SINDICATO DEL OCIO

"Los ratos de ocio son la mejor de todas las adquisiciones." Sócrates (469-399 a. de C.), filósofo griego.

Juan David Trujillo (Jugando/Perdida)

Por: Juan David Trujillo

Jugando

En las tardes de verano el polvo formaba un gran nube que cubría toda la cancha las piernas que corrían y pateaban la pelota, hacían que se levantara, pero a ninguno de los niños le importaba la suciedad lo único que les interesaba era jugar.

Él siempre pasaba por ahí en las horas de la tarde, su juego era vagar por el mundo sin objetivo alguno esperando que una fuerza suprema lo reclamara, lo liberara de lo que él consideraba una cárcel de puertas adviertas, una jaula mental y existencial, en eso se había convertido su mundo, en una prisión.

Una de tantas tardes se detuvo a ver como jugaban al futbol los niños, y a escuchar como los gritos comunes en el juego por la pasión que este producen llenaban el espacio, la diversión parecía desbordarse en los niños, se sentó lo más lejos que pudo de la cancha, en la última grada, como para que no se percataran de su presencia.

Hizo esto muy a menudo, era como un escape a la desilusión que invadía su alma, pues los niños solo reflejan, felicidad, inocencia, y parecía que la rudeza del mundo no les importara, que fueran inmunes a la maldad de la raza humana, teniendo en cuenta que ellos también eran seres humano, al parecer la niñez hacia que sus corazones se conservaran puros ante la adversidad de existir.

Su intención era que no lo vieran, pero Los niños lo veían hay sentado, aunque les parecía curiosos que ese hombre siempre estuviera presente cuando ellos jugaban, no le prestaban mucha atención, además muchos de ellos le habían contado a sus papas sobre la compañía que tenían cuando jugaban, y muchos padres habían Advertido que era mejor no acercarse pues los locos solían ser peligrosos.

La observación detenida que hacía de los niños lo llevaba recordar sus años de infancia, aunque considerara que esta era la faceta más feliz de la vida, la suya no había sido precisamente la mejor, y los recuerdos de aquel entonces no dejaban de mortificarlo, no podía arrancar de su mente las noches en que aquel hombre hermano de su padre los buscaba en su cuarto lo tocaba y le hacía cosas que él no consideraba muy normales, pero que nunca conto a sus padres porque lo podían regañar.

Acabado el juego de esa tarde el se puso de pie y se fue, los niños vieron en silencio como se alejaba, ellos se marcharon también pensando en lo particular de aquel hombre que posiblemente no tendría nada que hacer para estar sentado todas las tardes allí, otros más románticos creía que era un casa talentos que escogería al mejor jugador para llevarlo a un equipo profesional.

Al día siguiente cuando los niños llegaron a la cancha listos para patear la pelota vieron un hombre que colgaba de una soga que estaba atada en el palo inferior de los tres que forman el arco o la cancha, el cuerpo colgaba sin vida del lazo que lo sujetaba por el cuello, esa tarde la felicidad que aquel hombre admiraba en los niños que por días vio jugar se convirtió en un miedo a la realidad que los marcaria para toda la vida.

Perdida

Un helado de vainilla con pepitas de colores y glaseado de fresa se escurría por el cuerpo del cono hecho de galleta hasta llegar a la parte más delgada mojando la servilleta en la que estaba envuelto, al terminar el cono, el glaseado y el helado que se derretía bajaba por la pequeña mano de uñas rosas con florecitas en el centro, que lo sostenía.

El calor era infernal y la bola de helado se derretía mientras la dueña de la mano que lo sostenía miraba a su alrededor como buscando a alguien, al darse cuenta de que el liquido corría por su antebrazo hasta llegar casi al codo se apresuro a comer lo que quedaba sobre el cono.

Una niña que estaba al frente la miraba sonriente, en su cara se veía el rastro de un helado de chocolate que le cubría toda la boca y los cachetes, la parte de adelante de su vestido y por supuesto las manos, la niña observaba como el helado de la chica se derretía y corría por su antebrazo, la muchacha al percatarse de la complicidad con que la niña la miraba se sintió apenada por su infantil comportamiento y busco en el bolsillo un pañuelo para limpiarse.

El calor no cesaba y la nena ya sin helado seguía esperando en el parque a que su novio viniera, pero este no aparecía, en el lugar el ruido aumentaba, los gritos de los niños que correteaban por el césped juagando al escondite se hacía insoportable para la nena que repudiaba cualquier acto infantil porque ella ya era grande.

Eran muchos las parejas de noviecitos que se ponian cita en aquel parque por la comodidad que el espacio les brindaba para conversar y aunque hubieran niños corriendo por todas partes ese no era inconveniente para ellos mientras se pudieran ver.

La nena seguía sola sentada en una banca esperando pero su novio no llegaba, estaba atándose los zapatos cuando sonó su celular, llevo sus mano al bolsillo, lo saco, y una tarjetica callo a suelo, era la invitación de una fiesta de quince años de una amiga,  observo la pantalla dándose cuenta de que era un mensaje de texto, lo leyó, era su novio, el chico al que estaba esperando, decía que había acabado de marcar un gol en el partido que estaba jugando con sus amigos, lástima que ella no lo hubiera visto, la nena llevo el celular y la tarjeta al bolsillo y se marcho, había entendido mal, la cita no era en el parque era en la cancha de futbol.

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Esta entrada fue publicada el 26 diciembre, 2011 por en H).EL RESTO ES LITERATURA.

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